miércoles, 27 de junio de 2007

La lección de una clase

 

La lección de una clase

 

En el Auditorio de la Honorable Cámara de Diputados el martes 26 de junio, se desarrollo una Clase Pública sobre el Indice de Precios al Consumidor, que estuvo a cargo de profesionales y técnicos del INDEC. El propósito era difundir los procedimientos de elaboración de ese indicador estadístico y señalar las consecuencias de las arbitrarias alteraciones que se han introducido en su cálculo. La clase fue objetiva, clara y amena, cumpliendo con la finalidad de informar a la audiencia integrada por Diputados y público en general.

Este hecho a mi entender tiene una enorme trascendencia. En primer lugar porque representa una forma de defender una causa, recurriendo a la argumentación y el razonamiento. En segundo lugar, porque ilustra mejor que cualquier otra forma, que la estadística no se agota en el despliegue elegante de teoremas sobre una pizarra, sino que se nutre con la savia vital del acontecer  histórico. Finalmente, la diversidad profesional de los expositores y el ámbito ofrecido para la presentación, deja bien en claro, que “estadística es problema de todos” y no exclusivo alambique de alguna cofradía oculta.

Si algo está fuera de toda duda en este largo proceso del IPC, es que el futuro de la estadística nacional requiere la participación de todos. Los más diversos sectores de la sociedad hoy se manifiestan en actos de apoyo, recuperación, solidaridad y defensa de las instituciones estadísticas.

Esos vínculos que se han tendido entre el INDEC, emblemático bastión del quehacer estadístico, y la sociedad, no deben cortarse nunca más. Porque toda la sociedad, a través de sus diversas organizaciones sociales, políticas y económicas, debe formar la malla protectora de nuestro observatorio estadístico nacional, encarnando de manera efectiva una frase acuñada en los primeros días del conflicto que condensa en poderosa síntesis este pensamiento “El INDEC somos todos”.

La participación y el compromiso, no deben solamente surgir como remedio de emergencia. Tienen que instalarse en el cuerpo mismo del sistema, como parte esencial de su funcionamiento normal.

En el mundo entero la fortaleza y estabilidad de los sistemas estadísticos, se apoyan en diversas formas de representación de y consultas a los usuarios. Y para que todas las piezas se articulen correctamente es imprescindible un adecuado nivel general de educación estadística que la escuela debe fomentar en toda la sociedad.

Alguien dijo, durante la ronda de preguntas y respuestas, que quería que el INDEC fuera prestigioso por puro egoísmo, porque esperaba recibir los beneficios de los reflejos de ese prestigio. Bienvenido ese egoísmo que puede llenar el continente institucional con los resultados del esfuerzo cotidiano y el compromiso permanente de quienes persiguen la excelencia.

Como Estadístico agradezco la defensa, digna en contenido y forma, que se lleva adelante. Gracias a ello, no solamente la meta final es importante, sino que cada estación del camino tiene su propio valor y deja su marca.

 

Dr. Hugo Oscar Ambrosi 

hambrosi@gmail.com

Tel 1552209167

 

domingo, 10 de junio de 2007

Límites para el tráfico de datos personales


 DOMINGO 10 de Junio de 2007 - ENVIAR POR E-MAIL
Hugo ( hugo_ambrosi@yahoo.com.ar ) envía esta nota desde LANACION.com.

Comentario:
Algo que no podemos desconocer. ¿Que pasa con las bases estadísticas? ¿Han sido declaradas?

Tecnología
Límites para el tráfico de datos personales

http://www.lanacion.com.ar/informaciongeneral/nota.asp?nota_id=915881



En la era de la información, uno tiene una identidad hecha de datos. Renglones de nuestra historia clínica; DNI, apellido, nombre, estado civil; qué compramos y cómo; con quién hablamos por teléfono; qué sitios web visitamos y cuán a menudo; qué libros leemos, o si preferimos las revistas, la TV o salir a correr; qué religión profesamos; qué comemos y con qué frecuencia; dónde fuimos de vacaciones, cuándo, con quién

Transmigración binaria de nuestra biografía; radiografía pormenorizada de lo que somos; retrato abstracto; fotocopia existencial; remedo impreso que ojos indiscretos podrían husmear o refrito digital que puede enviarse a las antípodas y analizarse con programas de minería de datos: nuestros datos personales.

Tan significativos como privados, tan privados como expuestos, tales datos están protegidos en la Argentina por la ley 25.326, sancionada el 4 de octubre de 2000, "para garantizar el derecho al honor y a la intimidad de las personas, así como también el acceso a la información que sobre las mismas se registre, de conformidad con lo establecido en el artículo 43, párrafo tercero de la Constitución nacional".

Reglamentada en 2001 por el decreto 1558 de ese año, el primer paso para que la ley entre en vigor es que las bases de datos públicas o privadas se registren en la Dirección Nacional de Protección de Datos Personales (Dnpdp), cuyo plazo venció en abril de 2006. No obstante, dijeron en esa dirección a LA NACION, la Dnpdp "continúa inscribiendo diariamente bases de datos y se está evaluando una nueva ampliación". Hoy ya hay 25.000 formularios inscriptos y 18.000 aprobados.

"Como ocurrió en España, que también tiene una excelente ley de protección de datos personales (en la que se basó la nuestra), el proceso que va desde la sanción de la ley hasta que el público toma conciencia del valor de sus datos lleva bastante tiempo", sostiene Andrés Gil, director de Servicios de Seguridad y Privacidad de la consultora Deloitte Argentina. "En España -continúa-, la ley de protección de datos personales se aprobó en 1992 y sólo hoy es asunto de conocimiento público. En la Argentina creemos que se llegará a ese estado de cosas hacia 2010."

También en papel

Uno de los aspectos más positivos de la ley, entiende Gil, es que no considera que los datos tengan que estar almacenados electrónicamente para que queden amparados: "Si un hospital tiene historias clínicas en papel, también debe protegerlas".

Pero ¿protegerlas de qué? Las 23 carillas de la ley de protección de los datos personales es minuciosa y vale la pena leerla ( http://infoleg.mecon.gov.ar/infolegInternet/anexos/60000-64999/64790/norma.htm ); es, diríamos, algo personal.

Por ejemplo, los ciudadanos tienen derecho a saber cómo serán usados los datos que se les solicitan, y éstos no pueden ser empleados para otro fin que aquél que se informó en el momento de la recolección. Cada persona tiene derecho a saber qué información está almacenada acerca de ella; nadie puede ser obligado a proporcionar datos sensibles ("origen racial; opiniones políticas; convicciones religiosas, filosóficas o morales; afiliación sindical e información referente a la salud o a la vida sexual"), y queda expresamente prohibido acopiar datos de esta clase.

Desde luego, hay excepciones. Los sindicatos y los partidos pueden llevar un registro de sus miembros, y los hospitales e institutos científicos pueden tratar con datos relativos a la salud física; en este caso, se imponen el tradicional secreto profesional y el contundente inciso 2 del artículo 9 de la ley: "Queda prohibido registrar datos personales en archivos, registros o bancos que no reúnan las condiciones técnicas de integridad y seguridad".

"La calidad de la ley hace que a la Argentina se le abran puertas para ofrecer servicios internacionales, como los call centers ", señala el ejecutivo de Deloitte, pero también asegura que aún hay mucho camino por recorrer.

La consultora concluyó hace poco una encuesta sobre 70 empresas de variada talla y descubrió que el 62% no sabía que ya había vencido el plazo para registrar sus bases de datos personales. Botón de muestra.

Dijo Andrés Gil: "Cuando el tema encarna en la gente, se da el paso decisivo para que se cumpla la ley, ya que funciona principalmente sobre la base de denuncias de particulares". O de oficio, ante la sospecha de un incumplimiento, según apunta un comunicado de la Dnpdp.

Para más información, el lector puede visitar www.jus.gov.ar/dnpdpnew /.

Por Ariel Torres
De la Redacción de LA NACION


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